Gira el tambor y el ni siquiera ha cogido el revolver
La bala sale feroz cual chacal hambriento
y aunque los hombres aúllan no se detiene;
pues no teme a las gentes, pues aquí ella es la ley.
El aire se cae a trozos y silba quejándose.
Apenas escuchan el disparo cuando la bala
ya ha empezado a astillar la traquea en busca del corazón.
El cuerpo nota el bocado y la sangre corre como
un jauría de Indios apaches, caóticos y mortales, manchando el desierto
Los hombres bravucones ahora solo son lobos malheridos.
Lanzan un intento por defenderse, sacan los dientes, pero antes de alcanzar sus armas ya están sentenciados, pues el tambor ya ha girado 4 veces más